“Lo único que pensé cuando estaba en medio de todas esas explosiones y estruendos era que el mundo se iba a acabar, de la nada me percate de una alcantarilla la cual me salvó la vida”
Jorge Duarte Plata
La noche era helada como era usual por la ubicación geográfica del pueblo, las manecillas del reloj marcaban las 17:45 horas, lapso en el que se congelo el tiempo en su cabeza para poder mirar a su alrededor y visualizar el parque solitario y oscuro que brotaba olores florales a base del melancólico frio, en medio de él una arquitectónica obra con techo circular sostenida por pilares de concreto que eran obstaculizados a la vista por los arbustos húmedos sin podar, calle arriba a su derecha una butaca despoblada de madera con su espaldar recostado a la pared y sus patas delanteras suspendidas en la nada, situada en la casa del legendario apodado tigre humano, tal vez por su piel de mariposa, hombre gentil que alquilaba el cuarto con ventana que daba al parque a un estratégico y aguerrido hombre. Al girar la cabeza a su izquierda topaba a lo lejos dos campesinos con vestimentas en ruanas que venían caminando con paso lento y cabeza abajo dirigiéndose al comando en medio de los que prestaban guardia y de los inadvertidos enruanados.
Noches atrás sonaba tarde el teléfono del comando, al otro lado el amenazante agresor enunciaba con frases insultantes una terrorífica noticia: – A media noche nos metemos, cuídense que no va a quedar ni uno vivo. Ya se había vuelto detalle diario la llamada alertante; caso omiso el comandante creó; lo único que compartió a sus dirigidos fue un frio campanazo: - Si se van a meter que se metan. El comando cubierto en el frente por una malla de alambre utilizada para rebotar las explosivas granadas lanzadas por el enemigo de igual forma evitar que ingresaran por las ventanas de la fachada, dos pisos en los cuales hospedaban material humano y de guerra, cubierto de un fuerte concreto difícil de derribar hasta por balas gruesas. En el primer piso lo más llamativo era el cuarto de operaciones, donde se encontraban los libros de la minuta, en los cuales se reportaba las novedades de turno, y un radio que comunicaba a la base central de la guarida. Una columna por el piso tras pasar los cuartos que servían de dormitorios, a la vez sostenía el peso de la construcción igual daba paso a una azotea de considerable espacio donde se podía observar enorme panorámica posterior del comando, al dar pasos sobre ella, abajo los sentían los presos arrestados por portar cuchillos utilizados en trifulcas que entorpecían la tranquilidad dominical. De forma medieval era la antigua alcaldía convertida desde no hace mucho en el refugio de la seguridad del pueblo.
Se acercaban sin dar sospecha alguna, pues era típico que la ruana se utilizara para opacar el frio, pero cada paso que daban los supuestos campesinos hacia el comando hizo que los dos guardias tomaran sus fusiles mientras que entre conversaciones largas pasaban el turno sin darse cuenta. El primer guardia se percato de la rápida cercanía de los sospechosos y con pasos agigantados ingreso por la puerta principal mientras que Duarte no tuvo tiempo ni espacio para maniobrar de igual forma. De un momento a otro mientras los pasos los acercaron al objetivo, los campesinos levantaron precipitadamente las ruanas propinando ráfagas inesperadas de municiones que tienen dos objetivos, el primero de ellos dar el balazo inicial para que más de doscientos subversivos ubicados en los alrededores del comando iniciaran una batalla cobarde, dispareja y violenta, el segundo neutralizar de baja a los dos centinelas de turno. La única salvadora opción que visualizo al instante, pues no había tiempo ni para tener miedo, era la esquina del comando, que salvaguarda un espacio tan mínimo que solo había área para una cubeta, un trapero, una escoba y llave de agua; si el cielo en su alteza da luz y lluvia, esa noche era demoniaca, del cielo y sus alrededores exaltaban truenos y granizo de fuego por doquier, hasta tal punto que las balas incrustadas en el concreto, hacían de este polvoriento el acero de las vigas, como había sido visualizado por no haber ingresado al comando todo el llanto cruel de las armas fue como un juego del tiro al blanco donde el blanco no quería jugar; sin el querer mucho menos el poder no veía opción alguna si no cerrar los ojos, persignarse y esperar que algo o alguien cambiara su fin, pero en esas circunstancias fue algo quien lo hizo correr el torso de su tronco superior hacia el rincón de la llave y con su pie derecho levantado evitar una granada de fusil que vio caer de la nada a menos de 4 metros en su remota trinchera. Esquirlas quedaron talladas en su cuerpo, mas cuando reaccionó su visión sucumbía por el impacto estruendoso del artefacto, palpo que nada le hiciera falta, sacudió su testa y al mirar su pierna derecha observó la bota chamuscada y percibió el olor a caucho quemado, su pantalón roto solo dejó ver la pierna colgando por un pedazo de carne, donde la tibia y el peroné fueron triturados por la onda explosiva que causó una cortante línea por la fuerza del impulso a ras del piso; el objetivo fue dado de baja creyeron los subversivos pues la cabeza humana ahora estaba acurrucada, posición que le permitió tomar un aire para visualizar la casa del tigre, de donde salían balas hacia la mitad del parque, pues en esa casa moraba Suárez Niño, un héroe de la patria que se ganó el respeto de sus compañeros noches atrás cuando un habitante del pueblo afirmó: - A cuatro cuadras arriba están ellos. Sin dudarlo dos veces tomó su arma y cargado de valentía dobló militar y estratégicamente las esquinas hasta llegar solitario al lugar indicado sin rastro de ellos; de regreso a su puesto anunció: - Esos bastardos no estaban por ahí. Desde entonces era considerado un desquiciado amado.
En el piso con la reata ajustada arriba de la herida de la pierna para paralizar la hemorragia, sabía que Suárez Niño desde su ventana camuflada sin temor alguno combatía la M60 que habían ubicado en la mitad del parque con dirección al comando, gran ayuda para contrarrestar el ataque enemigo. Con la esperanza de ver una luz en el infierno, el alumbrado público fue desconectado, las tuberías rotas y eso no ayudaba, su alternativa fue rodar calle abajo para no ser detectado por las líneas enemigas con la divina casualidad que a lo poco vio una alcantarilla que traspasaba una calle popular para dirigirse a otros pueblos cercanos y por donde transitaba todos los días sin pensar que sería su escondite milagroso, lo único que creía era el remoto orificio de la alcantarilla no permitiría penetrar su cuerpo, pero en cuestiones de vida o muerte nada es imposible de alcanzar.
Con su pierna arrastrada ya estaba adentro con varias sorpresas, la primera de ellas, no calculó que las aguas derramadas canalizaban en esa alcantarilla, suceso que le produjo una hipotermia por las congeladas mansas, sus municiones las había descargado contra un grupo que estaba próximo pero que sirvió para despejar la zona y algo de supervivencia más; la última la más impactante, estando en la mitad del desagüe acostado boca arriba, pasada la hora cero militar, un bloque enemigo se acerco a la boca del túnel, sin levantar sospecha trataba de no respirar profundamente para no ser visualizado pues el ruido no era relevante porque desde el cielo llego un fantasma avión que lanzaba proyectiles que al caer a tierra eran en vano ya que en forma fetal no eran visualizados tal vez porque el efecto alucinógeno que llevaban encima les quitaba todo miedo, el olor a marihuana se expandió por todo el lugar, las botellas con licor eran tomadas sin parar, esa era la preparación desde el monte; todos estos detalles estaban siendo vigilados desde la alcantarilla sin levantar duda al enemigo.
Entre más pasaba la madrugada el frio congelaba el cuerpo boca arriba, no sabía si sus compañeros estaban vivos o muertos, al armar de nuevo la escena recordó que el comandante Mendoza estaba jugando microfútbol a unas cuadras de la estación ¿quién los comandaba ahora? Con el radio en la mano por temor a la muerte, alguien reportó a la central que se iban a entregar, pero un héroe con voz optimista aseguró: - Estamos en pie de combate y así pa´ lante, cambio y fuera.
Era impotente el sentir al despertar emociones de no ver a sus hijos grandes y no poder vivir para contar lo sucedido, su pierna podía ser cortada al igual sus sueños, todo esto le removía el corazón hasta que cesó el fuego por parte del enemigo. Se preguntó: - ¿terminó el infierno? El cabecilla de la opresión mandó a parar cerca a la cloaca, dirigiéndose a la azotea arriba gritó: - Entréguense, y le respetamos la vida. El silencio reino el instante, al no escuchar la respuesta repitió por segunda vez la advertencia. Esta vez un grito gallardo respondió: - Nos entregamos pero si traen a el alcalde y el cura del pueblo. Desde la cloaca identificó la voz llanera de su compañero, era Rivero, más conocido como el gato por su agilidad, hombre amable y de buenos modales, pero lo que se hizo extraño y triste es que se iban a entregar los suyos a las manos enemigas. – Si quieren al alcalde y al cura ya se los traemos para que ellos sean testigos de su entrega.
Algo se traía en mente el gato, era la voz líder, eso quería decir que el comandante no estaba, tal vez el partido de microfútbol le salvo la vida, pero ¿Por qué se iban a entregar? Se preguntaba para sus adentros. A la media hora cumplieron con la petición, el alcalde en pijama estaba muerto del susto por la forma en cómo lo buscaron. – Aquí está el señor alcalde, ahora entréguense. A lo que el gato respondió: - Si en verdad usted es el alcalde y no nos están mintiendo… nombre tres apellidos de nosotros. La memoria se le borró al alcalde pues solo recordó el apellido del comandante: - Ehhh… Mendoza y… no me acuerdo más.
Un momento se percibío desde la azotea, otro desde la línea enemiga y desde la alcantarilla, desde esta última no podía creer lo que escuchaba a viva voz, ¿sus compañeros se iban a entregar? Con dolor y expectativa vio el desenlace. – Si usted es el alcalde como aseguran, entonces piérdanse porque esto continúa. Desde la azotea se reanudo el fuego que dejó al alcalde cerca de un potrero casi muerto del susto. El gato fue hábil, dejó la tarea a los subversivos de procurar a estos dos personajes populares del pueblo con el fin de ganar tiempo para cargar las armas con municiones mientras buscaban al alcalde y al cura que al escuchar el primer disparo desapareció en su camioneta sin dejar rastro.
La segunda tanda de fuego fue a favor de los héroes que con valentía mantuvieron la línea y recuperaron áreas pérdidas, desde la ventana el francotirador amigo había aniquilado flancos vitales de los contrarios sin ser visto. El agua en la alcantarilla subía al pasar las horas, ya casi amanecía y con respiración sumergida mantuvo las ganas de vivir, en la boca del túnel veía una luz y sombras enemigas que con lamentos pronunciaban: - Nos va como perros en misa. Más de doscientos subversivos del ELN, estaban siendo abatidos por quince hombres leales a su patria, que con ametralladoras los lapidaron tanto así que camiones furgones que venían para llevar victoria y secuestrados solo llevaron cadáveres al margen de la ley.
Amaneció, el sol trajo calor, gente del pueblo salió de la nada a ver los resultados del ataque guerrillero, nunca pensaron que los policías iban a sobrevivir, la estación fue maltratada pero no derrocada, ningún héroe muerto hubo, pero faltaba alguien, se preguntaban: - ¿Dónde está Duarte? Todos pensaron lo peor, ¿fue preso de guerra? o ¿murió? Estas dos hipótesis las lamentaron, pero desde la alcantarilla se fue arrastrando con el agua hasta la cara, acercándose lentamente hasta la salida con temor a ahogarse, al ver pasar a un conocido le grita: - Ayúdeme a salir. Sorprendentemente el transeúnte alerto: - Esta aquí, vengan auxílienlo. No lo podían creer, tanto así que pensaron que era una mala jugada, pero cuando lo vieron con sus propios ojos, dieron gracias a Dios porque ninguno falleció y con una puerta de madera lo sacaron, estrechando todos con un abrazo finiquitaron con victoria.
Del comandante existen dos versiones, la primera aseguran que en medio del fuego fue capaz de ingresar a la estación, la segunda afirman que llegó después de todo lo sucedido desapercibidamente.
Dedicado a: Jorge Duarte Plata. Una pequeña reseña de lo que vivió al lado de sus compañeros es poco para tan enorme labor que es cuidar y salvo proteger a Colombia, muchos héroes lastimosamente no viven para contar, pero gracias a Dios viviste para contarme esta lamentable anécdota, gracias mi general Duarte, mi héroe.