Final de temporada

Final de temporada
POR MIS PENSAMIENTOS SINDICALISTAS CONCLUIMOS LA PRIMERA TEMPORADA

14 de mayo de 2011

Barranquilla

Hubo en una villa no muy lejana de la tierra del barro y oro,  un catano hombre que moraba en su morada situada en una calle peatonal, llamado Alcides Arrieta Tobar, a quién apodaban Barranquilla por su acento costeño y gusto por la pelota caliente; distinguido por su notoriedad de parlanchín que  lo llevó a una fama dentro y fuera de su emporio, tanto así que nadie le creía ni el más microscópico monosílabo de su utópico léxico; su forma rechoncha y pequeña lo hacía apático al encanto de las doncellas, apatía que no logro revertir ni con el uniforme de autoridad utilizado por su labor vocacional.

Al salir de su domicilio para dirigirse a su laburo, se encuentra con Hernández, un astuto muy conocedor de las habladurías exageradas de Barranquilla, con quién compartía parte de las horas laborales, la afición por las peleas de gallos finos y no sus historias, pues Hernández sabía medir y diferenciar lo irreal de la realidad. – Estoy agradecido y no sé cómo pagarle al alcalde Barranquilla, dijo Arrieta, - ¿Por qué? respondió Hernández, - Me hizo un homenaje que aún no lo puedo creer, el estadio de beisbol lo bautizó con mi apellido, “Arrieta”. Riéndose para sus adentros por la magnitud de la disparatada mentira, le llevó la cuerda hasta desenredársela caminando hasta un puerto petrolero.

Estando prestando servicio de vigilancia, son alertados que un hombre ha sido apuñalado muy cerca de donde se encontraban, sin pensarlo dos veces se dirigen al lugar del altercado; al llegar al lugar se percatan que son los primeros en llegar al ver boca arriba el cuerpo del delito, pobre cuerpo había sido acuchillado una sola vez dejando incrustado el puñal sobre la costilla derecha un poco más abajo del corazón, en una disputa en medio del alcohol. Sin remedios y viendo que el cuerpo mostraba algún signo mínimo de vida, Barranquilla agarra el mango del artefacto y lo saca de la herida quedando con el puñal en la mano, - ¿Qué haces? Eso no nos corresponde, no ves que las autoridades de levantamiento y criminalística no han llegado. Asustándolo le dijo Hernández.

Desesperado por no saber qué hacer en la agonizante escena, pues tantas palabras que utilizaba a diario para glorificarse en este caso no le salía ni una, apretaba los dientes, la mano con la cual agarraba el mango del arma y parte por donde salían los hediondos olores de su alma; resolvió con cabeza caliente clavarle el puñal de nuevo al cuerpo del delito tan salvaje que al penetrar a la piel de nuevo la victima suspiró sus últimos etílicos signos de vida abriendo los ojos y cerrándolos ahora si por agónica vez.

¿Qué hiciste Barranquilla? – Lo deje como lo encontramos. Respondió. Lo intestaste dejar como lo encontramos, pero cometiste un pequeño error. ¿Cuál error compañero Hernández? – Acabaste de matar al sujeto, le clavaste el cuchillo por el otro lado. Desde entonces se susurra la verdadera historia la cual afirma que Barranquilla mata a todo aquel quien no le preste atención cuando cuenta sus embusteras y engañosas patrañas.

Dedicado a: Jhon Fredy Martínez Ávila. Muchas veces desde la distancia se hace memoria o se recuerdan momentos que marcaron en nuestras vidas, ese olor a barrio como dice un parcero de una comuna de Medellín, acompañado con el sazón de la casa y entre mugre y  cada una de nuestras generaciones de amigos hace que la distancia sea más corta, esperanzadora y fraternal. Un abrazo para usted y su esposa Erica, nos veremos pronto en el sur del continente. Fica com Deus

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