Final de temporada

Final de temporada
POR MIS PENSAMIENTOS SINDICALISTAS CONCLUIMOS LA PRIMERA TEMPORADA

29 de enero de 2011

La Nevera

Desde que pongas un pie en la capital colombiana, el sometimiento por tu forma de hablar, mirar y  hasta regatear va a hacer un factor que los cachacos locales con mejillas rojas y hablado rolo pegajoso abusaran no de los extranjeros si no de sus coterráneos colombianos. En una travesía “no frost” en la nevera colombiana, me arriesgue a sufrir un simple resfriado desde que decidí agarrar la manilla para abrir la puerta de la nevera, aspirar un frio aburrido y tomar agua de panela sin queso. Al llegar a la caja del terminal  (pésimo el estado del terminal capitaleño y ojo Cúcuta, por cierto Bucaramanga tiene el mejor terminal de Colombia) me dispuse a reportarme a la recepción de Hotel Mamá International, para confirmar mi llegada sana, salva pero con vomito esperado por no tomar mareol de mi compañera de puesto.
Amablemente, con todo el cuerpo encogido por el sereno del frio, pedí como es normal un movistar en un local de ventas de chucherías típico de un terminal. Amarrado con una cadena de más o menos dos metros de largo, me alcanzaron un Nokia 1100, marque el número de la recepción, dialogue con la recepcionista, oprimí el botón rojo para colgar y arrojo en pantallazos el cronómetro de la llamada, 1:27, equivalente a dos minutos, devolví el celular, metí las manos a los bolsillos para sacar monedas, pero con una voz de robo o asalto el hombre de los minutos me sentenció: - Son ochocientos pesos. Con media sonrisa y pase de saliva, le respondí: - No no no no, está equivocado, solo fueron dos minutos. Y con una frase más que abusiva un tanto retadora y sin dejarme opciones de alegar, finalizo: - El minuto cuesta cuatrocientos, y… ¿qué?
El estándar de precio de un minuto cerca a la universidad, en el barrio, en la calle, en la parada de buses y demás, atendido por un joyero, no por los anillos, dijes, pulseras, collares, sino por las cadenas atadas a los celulares, donde se sientan en una mesa de madera con un letrero verde fluorescente o naranja, es la modesta y módica suma de cien pesos, pero  creo que este abusivo vendedor de la nevera capital colombiana me aplico el método de marketing S.E.M  (Según El Marrano).
Como si fuera poco, después de ese shock emocional, al siguiente día después de realizar las diligencias en la embajada do Brasil, se tuvo la sapiencia infortuna para caminar, conocer las calles y corredores de la nevera, con tan mala suerte que el anochecer más lo desconocido en tan enorme metrópolis, nos trajo un par de amigos de lo ajeno en plena avenida Boyacá como salidos de la nada, tan ágiles como el Chompiras y Peterere, se acercaron a quitarme las llantas de los pies, basándose en amenazas verbales, groserías con pucheros pero sin nada en las manos, con alucinógeno estado e intención de dejarme no rodar, pero gracias a la diplomacia y el hablado no golpeado si no golpeando  santandereano, ese par de individuos dieron un paso atrás. La hora y la falta de GPS obligo a abordar un amarillo, pues el Trasmilleno es una odisea que ni el mismo Homero se atrevería a realizar en cueros. Sin pensarlo dos veces y con el afán de llegar pronto a el cálido hospedaje de la quillera más linda de la nevera, el único compartimiento en la nevera donde lo frio es cálido, lo amargo es dulce, el agua de panela se convierte en Smirnoff y por si fuera poco ella tiene las curvas que le faltan a la figura rectangular de la nevera. En la espera de casi veinte minutos se detuvo un taxi, con dirección dicha, escrita desde un cartón, el conductor giro, freno, acelero, daba vueltas por calles, avenidas y autopistas hasta llegar al destino. Sentado en el puesto trasero, pregunte: - ¿Cuánto es? A lo que me respondió con una cifra incalculable, -  $ 18.000. Inmediatamente apele al cobro para regatear ante semejante suma de precio que cobro no esa limosina si no un Renault 9, lo único que se me ocurrió por enojo fue refutarle sarcásticamente: - Usted querrá hacerme el paseo millonario pero conmigo un paseo de olla. Con carcajada instantánea, cruceta en la mano el conductor bajo el costo de la carrera a $ 15.000.  
Si vas para la nevera, no solo lleves manteca de cacao, mareol, buen abrigo si no tu propio taxímetro.
A los pocos días me convertí en un zombi, pero gracias al pronto regreso a mi ciudad, cerré la puerta de la nevera y reviví. En la nevera… me tumbaron.
Con el rabo entre las patas, viendo los zombis vegetales que habitan en la nevera capital colombiana, pues en la cotidiana vida, ellos se levantan dos horas antes para llegar a cualquier destino, se bañan casi bajo cero, se congelan, se convierten en alienígenas y se olvidan del recurso humano, no ven un mundo armonioso detrás de todo. He llegado a una conclusión de 24 pies, ellos en la nevera viven para trabajar y nosotros en la hamaca vivimos para disfrutar, gozar y siempre adelante, ni un paso atrás.
Dedicado a: La memoria de los zombis que habitan en la nevera. Fuerte abrazo para la quillera Victoria Mejía y mi compañera de puesto Neyla Villarreal (lo siento por alcanzarte la bolsa del queso y jamón para que regurgitaras en ella, fue el único recurso). En Copetran se siente un mariposario.

18 de enero de 2011

ALICIA… EN LA FACULTAD DE LAS MARAVILLAS

Como sacado de un libro empolvado, con olor ha guardado, sobre un escaparate lleno de revistas, rutas académicas, cartillas y manuales, acompañado de una grabadora descompuesta, así esta no solo el contenido si no la tapa de la portada que titula: “Rastros, Rostros y Restos”  pero recobra y renace de vida por la llegada de Alicia.
En el mundo mágico de la educación, existen aventuras infantiles y juveniles, cuentos, dramas, cuenteros, problemas sociales que día a día los protagonistas del gremio de los profesores saben sobrellevar pese a las malas condiciones y pocas garantías que brinda el verdugo del gobierno. Me pregunto: ¿Cuándo será el día en que el hada madrina toque con su barita mágica a el subsistema educativo? Pues siempre he creído que en Colombia no existe la Pedagogía si no la Peda-cogia, aquella ciencia que cojea en la formación del estudiante y lleva como bastón las problemáticas socioculturales de nuestro contexto.
A este medio nos enfrentamos y muchas veces bajamos la guardia aquellos que estudiamos Licenciatura Bás. con Énfasis en… Si! el nombre de nuestra carrera es igual de extenso a un rosario, si el sueldo fuera proporcional al número de caracteres que contiene el título, muchos de los licenciados de la facultad nadarían en riquezas, pero creo que es todo lo contrario, se ahogan.
Desde mis primeros momentos en la carrera hubo una trinidad por así decirlo que patino en mi cabeza, estudiante -  facultad – conocimiento. La facultad nunca fue de mi agrado, pues detrás de un escritorio existía una antagonista que provocaba temor y desilusión al primer factor de la trinidad. El vacio y la decepción por la falta de gestión no sólo generaba el distanciamiento si no una ola de comentarios negativos, caras largas y desaliento entre los estudiantes por la falta de integración que conllevaba el mal manejo de esta autoridad. El problema típico de los cruces de materias nunca fue resuelto, era un enigma que culpaba al supuesto “sistema” de no dejar favorecer al estudiante en su afán de ver y culminar una materia, entre otros problemas y de no ser por la amabilidad y preocupación por el estudiantado de la secretaria más querida (amante al chocolate blanco) y aplaudida, quien velaba y ejercía más que por el bienestar del estudiante que la misma patrona, muchos de los que visitamos la instalación de la facultad se hubiesen marchado para nunca más volver. Cartas, quejas, reclamos, recolección de firmas etc, llegaban semanalmente como fin y medio de solicitar atención y escucha por parte de la antagonista. Fui testigo y superviviente de altercados individuales de tu a tu y colectivos, donde con un gesto grosso el estudiante era noqueado sin derecho a conteo, simplemente por fallo unilateral. Con tanta tenacidad por casos vistos y escuchados en ese ring, aprendí y no esperadamente una lección para docentes. Llegaba al sexto piso con la clara intención de dirigirme a facultad a cuadrar horario, por lo tanto tenía que esperar turno para poder lograr una cita con la arrendataria de la facultad, cuando pase al escritorio para tomar asiento lo primero que me dijo fue: - ¿Qué es lo suyo? Si no es de mayor importancia no me haga perder el tiempo. Sin asombro de mi parte pero con la oportunidad de demostrar educación y peda-cogia, respondí con una leve sonrisa: Primero ante todo, ¡Buenas tardes! y segundo hasta pronto. Fue un acto en el cual me bañe de gloria, pues el ejemplo que emitimos a nuestros estudiantes lo debemos recibir de quienes se encuentran en lo más alto, una simple acción por salir del paso fue la cereza en el postre, un argumento más para validar la negligencia existente en ese entonces de esa instalación. Somos el reflejo de la educación  que recibimos. El tercer factor de la trinidad, es un complemento que se puede lograr satisfactoriamente tanto para el estudiante como para la universidad, tratado y trabajado de manera colectiva y  no dejando al estudiante en un abismo de incertidumbres, dudas y falsas expectativas. 
Por bien para muchos y alivio para los demás, sin razón y explicación otorgada a los estudiantes de la facultad, de un momento a otro inesperado, la silla del escritorio quedo vacía, a la expectativa de quien se sentaría a tomar cartas en el asunto.
El motín conducía a un camino pero la tripulación no sabía cuál era el destino. Tal cual me marche de la universidad lleno de teorías, prácticas y conocimientos, recordando la macro estructura de Van Dijk (leí mil copias para llegar a la conclusión que macro estructura es la idea principal y no los andamios de un texto) las psicologías, entre ellas don Piaget (el cual utilizo como conejillos de indias a sus hijos), teoría curriculares (organización de mapas geograconceptuales que resultan vitales a la hora del Té) entre otros apuntes, pero sobre todo la aplicación de la praxis de la cual siempre me dejó una escuelita en el corazón.
Hoy día, al enterarme que la nueva coordinadora del programa es Alicia Téllez Fajardo, quien va a tomar la batuta y riendas del escritorio, imaginó el cambio de un cuento fantasmal y hechicero a un cuento de fantasía o surrealismo. Alicia o la profesora Alicia, puede virar 180º la orientación, el contenido académico y el futuro del programa como en el cuento que lleva su nombre, donde la sagacidad, astucia, aventura y creación de la chiquilla hace una narración que se recuerda con el pasar del tiempo. La capacidad y experiencia que posee esta docente de mil batallas es digna de admirar, su conocimiento y práctica hace que la confianza y el respaldo detrás de un escritorio, brinde al estudiante confianza y sentido de pertenencia gracias a dos virtudes que la enmarcan: paciencia y calma.
Por ese gran motivo no podía dejar pasar, el plasmar esta gran noticia para todos los que hacen e hicimos parte de la facultad.
Que este cuento de la peda-cogia que anda chueco pase a caminar derecho y sin cogear, para hacer honores y trabajos desde nuestro programa a la verdadera pegagogía.
Dedicado a: Todos quienes hacen parte del programa educativo de Licenciatura, desde la parte administrativa (Patri) docentes, estudiantes y  hasta las señoras del aseo. Profesora Alicia, aún le debo un escrito de modelos pedagógicos de ya hace cuatro años, que usted me dejó con tres meses de anticipación, la verdad se lo voy a quedar debiendo pues tengo los modelos pedagógicos claros y tatuados en mi mente, no creo que en una o dos hojas exista suficiente espacio para tan enorme tema. Profesora Marlen Nieves, admiro su sabiduría, fortaleza y paciencia en el seminario, en el proyecto de grado, por soportar mis apuntes que la hacían enojar y causa de eso nos enviaba junto con Gio a la Patagonia por pies de páginas, pero como usted lo dijo: yo era su As debajo de la manga con mi ponencia. Todo resulto bien y usted para mi sigue siendo un mar de conocimiento.
Estudiantes de Licenciatura, quedaron en buenas manos. Practiquen el proceso lecto-escritor, eso no es puro cuento.
Facultad, practiquen la integración hacia los estudiantes, con los primíparos (que huelen a borrador de nata) hasta el último semestre o nivel. El vínculo no solo hace blindaje, también progresa.

4 de enero de 2011

La india y el cacique

A petición de un amigo el cual no plasmo su nombre pues le gusta reír y burlarse de los osos o de la vergüenza ajena pero cuando le sucede algo cómico a él, solo se ríe para adentro, es el típico colombiano o mejor dicho un colombiano que se respeta, pues el sentido del humor va siempre delante de los otros cinco sentidos, voy a relatar una anécdota con moraleja que me sucedió en primer semestre de la universidad, no solo las fábulas tienen animales, soy un animal con moraleja. Una primiparada que suele suceder ya sea por reglas generales de la vida académica, por reglamento universitario, por ingenuidad o porque  simplemente se está de malas.
La universidad cooperativa de Colombia me recibió con los brazos abiertos, el criterio político escondido y las puertas más paredes recién pintadas antes que pisara por primera vez sus instalaciones, en la misma línea sin pisar la universidad ocurrió el hecho. Con un Dios me lo bendiga del Hotel Mamá 5 estrellas International me despidieron, en la recepción del honorable hotel estaba la dama de llaves quien me notifico mi primera clase, joven Diego, salón 504 a las dos en punto y el botones con mi nueva agenda de notas con título: 5 materias. Con pinta nueva, peinado de lado, jean desmechado, camisa bicolor y sandalias de cuero me dirigí a la parada del bus, en el camino a la parada consultaba que ruta me servía arribar, hasta que por fin me dieron el nombre del letrero, esa ruta resulto ser mi transportadora en toda la carrera universitaria, por lo tanto no llevaba solo una persona más si no mis afanes por no llegar tarde a clase, muchas veces se convertía en biblioteca rodante pues  estudiaba durante el recorrido y por bien general craneaba a quien le podía prestar los trabajos por un beneficio personal. Eran aproximadamente la una y veinte de la tarde, cuando lo vi doblar la curva, a lo lejos se acercaba el esperado bus, lo primero que accione fue sacar el grueso y único billete para pagar el pasaje, así que opte por meter la mano a mi bolsillo y desdoblarlo, rodando se iba acercando, como gesto cultural establecido para que el conductor brinde una gentil parada en la zona marcada, saque mi mano derecha a la altura del hombro, con dedo indicado y como una orden se detuvo. Frente a mi estaban los tres escalones para sumergirme en el bus, un paso, dos y tres, mi cintura hizo contacto con la registradora, al mismo tiempo mi mano alcanzaba el billete desdoblado que hace insignia nacional a la histórica Pola, un billete de diez mil pesos el cual pagaba el tour de $ 1.150. - Uyyy joven… ¿no tiene más sencillo? Cómo ve el bus está solo y no tengo como recibirlo, dijo el conductor sin lucro producido, pero con gentileza para bajar bandera, voz gruesa y mucha advertencia añadió: - ¡Cuando se vaya a bajar me pide el cambio! Sí señor es lo único que tengo, respondí con ingenuidad de Caperucito. Le hice dar giro a la registradora, frente a mi tenía  un pasillo, pasamanos y dos costados desocupados de sillas, ahora como un rey el bus como limosina solo para mí el primer día. Me senté y como un perro de rico el hocico a la ventanilla, la abrí para recibir aire y vista, pasaban las calles y avenidas y ninguna otra alma al bus subía. Semáforo en rojo sobre la carrera 27, mi mirada hacia afuera del bus, con un poco de preocupación pues mi puntualidad salía a relucir otra vez, de repente me alerto el sonido traqueador de la registradora y de la nada tenía una hermosa compañía.
No lo podía ni siquiera imaginar, mi primer día de clases ¿así sería la universidad? Más de 25 sillas tiene el bus, con dedos cruzados y con mente realista que con tantos puestos y ventanillas cerca de mi no se iba a sentar. No lo podía creer, con pasos finos, columna recta, en sus manos su cartera y una agenda, su trasero desinflo el aire de la silla al otro lado del pasillo, disimuladamente la mire con pretexto de hacerme el desubicado o perdido en la ciudad, por segunda vez el rabillo de mi ojo solo podía constatar su tez dorada, cintura de 8, cabello cuervo hasta el final de su último disco vertebral, cara fina e inspiracional, jean ajustado y blusa ombliguera, su perfil latino que me hizo creer que Pocahontas estaba perdida y no era Disneylandia. Los nervios se cruzaron al igual que mis piernas, por ser tan tímido, el silencio me domino, miradas fueron miradas vinieron, todo el resto del mundo se me olvido. Abrió su agenda muy probablemente para estudiar, un dato curioso y una novedad, el escudo verde, negro y amarillo con tres letras en sigla mayúsculas me dieron un aviso, UCC. ¿Un aviso divino? ¿Una señal? ¿Una casualidad o causalidad? O simplemente coincidencia.
Mi puntualidad fue un polo a tierra pues me ayudaba a ser racional con la hora de clase, recordaba a la dama de llaves ya que me indico la hora y el lugar, al otro lado la subjetividad que me distraía ustedes ya sabrán.
Con una sonrisa inesperada, voz de consentida y soñada, no tenía reloj mucho  menos la hora exacta (es lo bueno de tener algo que otros no tienen, por eso siempre tengo un reloj y un pañuelo) suavemente exclamo: - Me dices la hora por favor. Con mente en blanco y mirada ida, conteste robóticamente como despertador de mesa de noche, es la una cincuenta y cinco es la una  cincuenta y cinco es la una cincuenta y cinco es la una cincuenta y cinco.
El bus se detuvo para dar el servicio a un individuo inadvertido con panza y candado no muy bien vestido, se sentó un puesto delante mío, con carpetas en sus manos, pero mi compañera al otro lado hacia que el resto del mundo fuera en vano. Mi celular timbro y tenía dos opciones contestar o mirar con guiño de ojo a la linda Pocahontas, sin más rodeo decidí contestar y mirar. El botones era quien llamaba para saber cómo iba mi rato, le conté efusivamente que  iba tarde, pero mirando el nombre de la materia y el profesor me sonaba a materia de relleno con pocos créditos y el profesor mínimo un rancio, vejestorio, amargado y con bajo conocimiento pues dictar materia de primer semestre era muy bajo. Lo último que el botones expreso fue: no te las des de universitario porque aún eres un primíparo… se cayó la llamada.
A unas pocas cuadras de la universidad, se preparo para bajar, guardo agenda, lápiz y hojas, sabía que íbamos para el mismo lugar, las cuadras fueron disminuyendo y así mis nervios, para ordenar la parada tenía que ir atrás a timbrar, me dispuse y el timbre gane como jugando tin tin corre corre. Como me lo esperaba a mis espaldas la linda Pocahontas, sonriendo pues las miradas muchas veces hablan al igual utilizan los mismos signos y formas gramaticales.  
El bus se detuvo y baje primero para darle la mano, primero por caballerosidad  y segundo para saber si era real, el mundo se fue encima o mejor recibí un baldado de agua fria, pues en un puesto de galguerías al lado de la parada estaba su enamorado con brazos abiertos esperándola, quede tibio y congelado pero con un leve empujón a mi espalda disfrazado de calle llena y caminada propinado por el señor panzón que estaba delante de mi puesto en el bus, me desperté después de unos segundos, algo se me pasaba por la mente, siempre tengo sensaciones de cosas pendientes o por hacer, tenía un sin sabor mental, algo no estaba bien pero mi mente a largo o corto plazo nunca me falla y fue ahí cuando grite a los cuatros vientos: ¡Jue...madre!… el cambio del billeteeeee.
Al volver a mirar el rumbo del bus, había cruzado una curva ya muy lejos, corrí con esperanzas de alcanzarlo pero era fallido el intento, mire el reloj, las dos y doce, estaba entre la espada y la pared, billete o universidad, baje la marcha y me incline por la universidad perdiendo el rastro y la placa del bus, con la convicción que me tocaba caminar a casa. Ingrese a la universidad, con más rabia por mi error o porque el conductor estaría diciendo: que joven tan bobo, se puso a mariquear y le cobre por dormido, esa plática se perdió.
Caminando ahora sin afán escale hasta el quinto piso, pasado de hora, aburrido y sin plata en los bolsillos, busque el salón 504, me situé frente a el, la puerta estaba cerrada pero con todos adentro, gire la perilla, abrí la puerta y… el profesor era… "el rancio, vejestorio, amargado y con bajo conocimiento pues dictar materia de primer semestre era muy bajo".
Moraleja: Mirando detenidamente un billete de diez mil pesos y lamentándome por lo sucedido, primero detalle que Policarpa Salavarrieta era la verdadera Pocahontas  en ese momento y no la india que me hizo caer en la serie de errores de la primiparada, segundo la prudencia es la madre de la sabiduría, por más que intenté obtener las mejores notas con… (El rancio, vejestorio, amargado y con bajo conocimiento pues dictar materia de primer semestre era muy bajo) el profesor fue cuchilla con toda razón y rabonearía, aún tiene mi prejuicio que le di ese día. Por último me da vergüenza nacional pues no le salve la patria a Policarpa Salavarrieta en ese instante pero tiene que darse cuenta que ella también dejó descuidada la vergüenza y la seguridad nacional algún día por estar en las mismas con Simón Bolívar.
En fin la distraidora resulto ser la india y el profesor el cacique maya del semestre.
Dedicado a: El  profesor que me sonaba a materia de relleno con pocos créditos y  mínimo un rancio, vejestorio, amargado y con bajo conocimiento pues dictar materia de primer semestre era muy bajo.
Por respeto no relevo su nombre pues fue el de la petición de esta anécdota.