En un invierno pasado, las sombrillas se convirtieron en un elemento más de la cotidiana vida, la lluvia mojó sin parar las transitadas calles y los recuerdos escritos en papeles. Del mismo modo, empapado hasta el ombligo, llegó nuestro personaje a su primer día de trabajo en la registraduria de su condado, vestido con saco beige largo, pantalón de paño café, zapatos negros como el resto de su atuendo mojados por razones ya mencionadas; el frio que lo gobernó fue revuelto con el ataque de nervios debido a su primer día de trabajo en un lugar inhóspito en su llegada. Como había leído en el aviso del matutino diario, la entidad en la cual ahora estaba ubicado, solicitaba una persona alfabeta con una mínima exigencia académica de quinto grado y un máximo conocimiento de leer y escribir adecuado; como era el único que había llegado minutos antes de la apertura de las oficinas y con los requisitos certificados en una carpeta marrón oficio, quizás el tiempo confabuló con la puntualidad para que le dieran el puesto y así inmediatamente lo enviaran con tapa boca y un par de guantes al cuarto de archivo. Se abrieron las puertas del cuarto, situado en el sótano oscuro pintado con brochazos de soledad y olor a ficheros añejos, viejos y guardados, que con el primer suspiro y respiro le produjó rinitis reflejada en su nariz colorada y consecutivo estornudo. Las indicaciones de su trabajo fueron dadas, - Solo tienes que buscar la tarjeta alfabética de las personas plasmadas en los oficios que envía la fiscalía y sacarle copia.
La labor no era nada sencilla ese día, el archivo contenía miles y millones de identificaciones de todos los mayores de edad desde inicios de la historia del condado conservadas en gavetas archivadoras de color gris que haladas se desplazaban hacia afuera por rodachines, las cuales estaban ordenadas por orden alfabético y respectivo sexo. Subida en una silla estaba una silenciosa mujer de cabello churco teñido de color rubio, su vida ya transcurría casi la quinta década y su tez blanca no la hacía resplandecer pues sigilosa y callada hasta su sombra pasaba más advertida que ella misma; era la dama del departamento de archivo, ni siquiera el saludo había respondido mucho menos las preguntas de inquietud laboral.
Un par de días pasaron de forma fantasmal y el roció de agua no dejaba de caer en el condado, la rutina era igual, llegaba a las ocho marcaba y firmaba una tarjeta y se sumergía al cuarto de archivo con su extraña compañía que a estas horas ya ni siquiera la observaba hasta las seis de la tarde. En las vísperas matutinas su jefa le entregaba los oficios que tenía que buscar, esos oficios informaban el porqué era la búsqueda de la tarjeta documental, por casos de maltrato, contrabando, lesiones personales, manutención, estupefacientes, asesinato, violación y hasta fuga de reos solicitaba la fiscalía; causaba intriga mirar el nombre y la identificación del presunto requerido, pero era aún más lo que sentía este personaje cuando quería descubrir el rostro moldeado en la foto y la edad plasmada en el documento guardado, pues caras veía y corazones no sabía. Entre miles y miles de tarjetas se encontraba con caras conocidas y famosas, cuando el tiempo se lo permitía y la mente le arrojaba nombres, se propusó la tarea de elaborar una lista de todos los suyos, célebres y controvertidos humanos del condado para su posterior allanamiento y risa.
De la A a la Z tendría que llevar el orden de búsqueda, en un costado del cuarto estaba el género femenino, en el otro lado se encontraban el masculino, mientras encontraba cualquier oficio solicitado, con su lista en mano iba mirando que primer apellido de su escrupulosa lista coincidía para así matar dos pájaros de un solo tiro; al mismo tiempo que miraba la cara de un homicida o un infractor de la ley, reía y se sorprendía por las caras extrañas del alcalde y gobernador en sus juventudes, y así concurrió su tiempo espiando las tarjetas desde fundadores e históricos hasta sus círculos sociales más cercanos. Tenía el pasado del condado en sus manos, todos los años resumidos en cajas archivadoras, todos los retratos inolvidables eran asequibles y maniobrados, tanto así que descubrió fechas, peinados y datos secretos, ya que su colega de cuarto dejaba de ser una humana y se convertía en una gaveta más. Con esa libertad paso el quinto y último día de la semana de trabajo, detallando uno a uno los segundos nombres cómicos, comprobando las identidades ocultas de su creada lista luego de concluir rápidamente su labor.
Con el entusiasmo de su nueva e intrépida hazaña llegó más temprano de lo normal al trabajo el lunes, solo se encontraba en las instalaciones con el anciano guarda, que lo envió directo al cuarto de archivo; extraña situación observó, la mujer churca que prácticamente vivía en el cuarto, pues solo tomaba tiempo para un café por día y salir a dormir, no estaba; pero si se encontró con una carpeta llena de oficios para la fiscalía que entregó elaborada después de las horas del almuerzo. La ausencia se hizo extraña, no sabía si causaba más impacto no estando que estando la señora churca, pues su ausencia ahora hacía falta. La tarde libre le quedaba, el cuarto a solas estaba, sacó de nuevo su lista y comenzó a ocupar el tiempo que le quedaba con los integrantes que faltaban de su lista. Ya culminaba su horario, por ende tenía que dejar todo en orden para el siguiente día, todo en su debido lugar, de un momento a otro detallo que una gaveta se encontraba abierta después que había revisado y dejado todo cerrado, sin ningún contratiempo la intentó dejar cerrada, sin embargo al empujarla con excesiva fuerza este cajón no cerraba, utilizó más impulso que aumento la fuerza pero fue en vano, el cajón de la gaveta no cerraba, pensó que algo adentro estaba atascando y por lo tanto no cerraba, cuando chequeo todo estaba en orden salvo una tarjeta de imprenta nueva que estaba encima de las demás con la cara de los datos personales hacia arriba, lo cual causó curiosidad extrema pues solo él había manipulado el cuarto por ese día y todo estaba en orden; al levantar la tarjeta para reubicarla, primero tenía que leer los datos para archivarla que estaban atravesados con una tinta roja con la palabra “Fallecida”, Gloria Barba López, correspondía a la gaveta de apellidos de la letra B con género femenino, mas al voltear a mirar el lado del retrato y huella dactilar, observó que la foto correspondía a la mística señora churca del cuarto de archivo.
Dedicado a: Jesús Giovanny Bustos Jaimes. Gio brother, tantas anécdotas en la vida académica de la universidad quedan marcadas para el resto de nuestra existencia, los trabajos medio hechos para clase, las carteleras, los textos, parciales, invento de seminarios; todo esto bajo las palmas con el son y sabor de Kaleth Morales y las miradas de las fanáticas. Gracias a Dios, no solo fuiste un compañero de pupitre si no un amigo para el resto de la vida.