Final de temporada

Final de temporada
POR MIS PENSAMIENTOS SINDICALISTAS CONCLUIMOS LA PRIMERA TEMPORADA

28 de mayo de 2011

LA ARCHIVADORA

En un invierno pasado, las sombrillas se convirtieron en un elemento más de la cotidiana vida, la lluvia mojó sin parar las transitadas calles y los recuerdos escritos en papeles. Del mismo modo, empapado hasta el ombligo, llegó nuestro personaje a su primer día de trabajo en la registraduria de su condado, vestido con saco beige largo, pantalón de paño café, zapatos negros como el resto de su atuendo mojados por razones ya mencionadas; el frio que lo gobernó fue revuelto con el ataque de nervios debido a su primer día de trabajo en un lugar inhóspito en su llegada. Como había leído en el aviso del matutino diario, la entidad en la cual ahora estaba ubicado, solicitaba una persona alfabeta con una mínima exigencia académica de quinto grado y un máximo conocimiento de leer y escribir adecuado; como era el único que había llegado minutos antes de la apertura de las oficinas y con los requisitos certificados en una carpeta marrón oficio, quizás el tiempo confabuló con la puntualidad para que le dieran el puesto y así inmediatamente lo enviaran con tapa boca y un par de guantes al cuarto de archivo. Se abrieron las puertas del cuarto, situado en el sótano oscuro pintado con brochazos de soledad y olor a ficheros añejos, viejos y guardados, que con el primer suspiro y respiro le produjó rinitis reflejada en su nariz colorada y consecutivo estornudo. Las indicaciones de su trabajo fueron dadas, - Solo tienes que buscar la tarjeta alfabética de las personas plasmadas en los oficios que envía la fiscalía y sacarle copia.

La labor no era nada sencilla ese día, el archivo contenía miles y millones de identificaciones de todos los mayores de edad desde inicios de la historia del condado conservadas en gavetas archivadoras de color gris que haladas se desplazaban hacia afuera por rodachines, las cuales estaban ordenadas por orden alfabético y respectivo sexo. Subida en una silla estaba una silenciosa mujer de cabello churco teñido de color rubio, su vida ya transcurría casi la quinta década y su tez blanca no la hacía resplandecer pues sigilosa y callada hasta su sombra pasaba más advertida que ella misma; era la dama del departamento de archivo, ni siquiera el saludo había respondido mucho menos las preguntas de inquietud laboral.

Un par de días pasaron de forma fantasmal y el roció de agua no dejaba de caer en el condado, la rutina era igual, llegaba a las ocho marcaba y firmaba una tarjeta y se sumergía al cuarto de archivo con su extraña compañía que a estas horas ya ni siquiera la observaba hasta las seis de la tarde. En las vísperas matutinas su jefa le entregaba los oficios que tenía que buscar, esos oficios informaban el porqué era la búsqueda de la tarjeta documental, por casos de maltrato, contrabando, lesiones personales, manutención, estupefacientes, asesinato, violación y hasta fuga de reos solicitaba la fiscalía; causaba intriga mirar el nombre y la identificación del presunto requerido, pero era aún más lo que sentía este personaje cuando quería descubrir el rostro moldeado en la foto y la edad plasmada en el documento guardado, pues caras veía y corazones no sabía. Entre miles y miles de tarjetas se encontraba con caras conocidas y famosas, cuando el tiempo se lo permitía y la mente le arrojaba nombres, se propusó la tarea de elaborar una lista de todos los suyos, célebres y controvertidos humanos del condado para su posterior allanamiento y risa.

De la A a la Z tendría que llevar el orden de búsqueda, en un costado del cuarto estaba el género femenino, en el otro lado se encontraban el masculino, mientras encontraba cualquier oficio solicitado, con su lista en mano iba mirando que primer apellido de su escrupulosa lista coincidía para así matar dos pájaros de un solo tiro; al mismo tiempo que miraba la cara de un homicida o un infractor de la ley, reía y se sorprendía por las caras extrañas del alcalde y gobernador en sus juventudes, y así concurrió su tiempo espiando las tarjetas desde fundadores e históricos hasta sus círculos sociales más cercanos. Tenía el pasado del condado en sus manos, todos los años resumidos en cajas archivadoras, todos los retratos inolvidables eran asequibles y maniobrados, tanto así que descubrió fechas, peinados y datos secretos, ya que su colega de cuarto dejaba de ser una humana y se convertía en una gaveta más. Con esa libertad paso el quinto y último día de la semana de trabajo, detallando uno a uno los segundos nombres cómicos, comprobando las identidades ocultas de su creada lista luego de concluir rápidamente su labor.

Con el entusiasmo de su nueva e intrépida hazaña llegó más temprano de lo normal al trabajo el lunes, solo se encontraba en las instalaciones con el anciano guarda, que lo envió directo al cuarto de archivo; extraña situación observó, la mujer churca que prácticamente vivía en el cuarto, pues solo tomaba tiempo para un café por día y salir a dormir, no estaba; pero si se encontró con una carpeta llena de oficios para la fiscalía que entregó elaborada después de las horas del almuerzo. La ausencia se hizo extraña, no sabía si causaba más impacto no estando que estando la señora churca, pues su ausencia ahora hacía falta. La tarde libre le quedaba, el cuarto a solas estaba, sacó de nuevo su lista y comenzó a ocupar el tiempo que le quedaba con los integrantes que faltaban de su lista. Ya culminaba su horario, por ende tenía que dejar todo en orden para el siguiente día, todo en su debido lugar, de un momento a otro detallo que una gaveta se encontraba abierta después que había revisado y dejado todo cerrado, sin ningún contratiempo la intentó dejar cerrada, sin embargo al empujarla con excesiva fuerza este cajón no cerraba, utilizó más impulso que aumento la fuerza pero fue en vano, el cajón de la gaveta no cerraba, pensó que algo adentro estaba atascando y por lo tanto no cerraba, cuando chequeo todo estaba en orden salvo una tarjeta de imprenta nueva que estaba encima de las demás con la cara de los datos personales hacia arriba, lo cual causó curiosidad extrema pues solo él había manipulado el cuarto por ese día y todo estaba en orden; al levantar la tarjeta para reubicarla, primero tenía que leer los datos para archivarla que estaban atravesados con una tinta roja con la palabra “Fallecida”, Gloria Barba López, correspondía a la gaveta de apellidos de la letra B con género femenino, mas al voltear a mirar el lado del retrato y huella dactilar, observó que la foto correspondía a la mística señora churca del cuarto de archivo.

Dedicado a: Jesús Giovanny Bustos Jaimes. Gio brother, tantas anécdotas en la vida académica de la universidad quedan marcadas para el resto de nuestra existencia, los trabajos medio hechos para clase, las carteleras, los textos, parciales, invento de seminarios; todo esto bajo las palmas con el son y sabor de Kaleth Morales y las miradas de las fanáticas. Gracias a Dios, no solo fuiste un compañero de pupitre si no un amigo para el resto de la vida.  

14 de mayo de 2011

Barranquilla

Hubo en una villa no muy lejana de la tierra del barro y oro,  un catano hombre que moraba en su morada situada en una calle peatonal, llamado Alcides Arrieta Tobar, a quién apodaban Barranquilla por su acento costeño y gusto por la pelota caliente; distinguido por su notoriedad de parlanchín que  lo llevó a una fama dentro y fuera de su emporio, tanto así que nadie le creía ni el más microscópico monosílabo de su utópico léxico; su forma rechoncha y pequeña lo hacía apático al encanto de las doncellas, apatía que no logro revertir ni con el uniforme de autoridad utilizado por su labor vocacional.

Al salir de su domicilio para dirigirse a su laburo, se encuentra con Hernández, un astuto muy conocedor de las habladurías exageradas de Barranquilla, con quién compartía parte de las horas laborales, la afición por las peleas de gallos finos y no sus historias, pues Hernández sabía medir y diferenciar lo irreal de la realidad. – Estoy agradecido y no sé cómo pagarle al alcalde Barranquilla, dijo Arrieta, - ¿Por qué? respondió Hernández, - Me hizo un homenaje que aún no lo puedo creer, el estadio de beisbol lo bautizó con mi apellido, “Arrieta”. Riéndose para sus adentros por la magnitud de la disparatada mentira, le llevó la cuerda hasta desenredársela caminando hasta un puerto petrolero.

Estando prestando servicio de vigilancia, son alertados que un hombre ha sido apuñalado muy cerca de donde se encontraban, sin pensarlo dos veces se dirigen al lugar del altercado; al llegar al lugar se percatan que son los primeros en llegar al ver boca arriba el cuerpo del delito, pobre cuerpo había sido acuchillado una sola vez dejando incrustado el puñal sobre la costilla derecha un poco más abajo del corazón, en una disputa en medio del alcohol. Sin remedios y viendo que el cuerpo mostraba algún signo mínimo de vida, Barranquilla agarra el mango del artefacto y lo saca de la herida quedando con el puñal en la mano, - ¿Qué haces? Eso no nos corresponde, no ves que las autoridades de levantamiento y criminalística no han llegado. Asustándolo le dijo Hernández.

Desesperado por no saber qué hacer en la agonizante escena, pues tantas palabras que utilizaba a diario para glorificarse en este caso no le salía ni una, apretaba los dientes, la mano con la cual agarraba el mango del arma y parte por donde salían los hediondos olores de su alma; resolvió con cabeza caliente clavarle el puñal de nuevo al cuerpo del delito tan salvaje que al penetrar a la piel de nuevo la victima suspiró sus últimos etílicos signos de vida abriendo los ojos y cerrándolos ahora si por agónica vez.

¿Qué hiciste Barranquilla? – Lo deje como lo encontramos. Respondió. Lo intestaste dejar como lo encontramos, pero cometiste un pequeño error. ¿Cuál error compañero Hernández? – Acabaste de matar al sujeto, le clavaste el cuchillo por el otro lado. Desde entonces se susurra la verdadera historia la cual afirma que Barranquilla mata a todo aquel quien no le preste atención cuando cuenta sus embusteras y engañosas patrañas.

Dedicado a: Jhon Fredy Martínez Ávila. Muchas veces desde la distancia se hace memoria o se recuerdan momentos que marcaron en nuestras vidas, ese olor a barrio como dice un parcero de una comuna de Medellín, acompañado con el sazón de la casa y entre mugre y  cada una de nuestras generaciones de amigos hace que la distancia sea más corta, esperanzadora y fraternal. Un abrazo para usted y su esposa Erica, nos veremos pronto en el sur del continente. Fica com Deus

7 de mayo de 2011

SILOS, AGOSTO DE 1998

“Lo único que pensé cuando estaba en medio de todas esas explosiones y estruendos era que el mundo se iba a acabar, de la nada me percate de una alcantarilla la cual me salvó la vida”
Jorge Duarte Plata

La noche era helada como era usual por la ubicación geográfica del pueblo, las manecillas del reloj marcaban las 17:45 horas, lapso en el que se congelo el tiempo en su cabeza para poder mirar a su alrededor y visualizar el parque solitario y oscuro que brotaba olores florales a base del melancólico frio, en medio de él una arquitectónica obra con techo circular sostenida por pilares de concreto que eran obstaculizados a la vista por los arbustos húmedos sin podar, calle arriba a su derecha una butaca despoblada de madera con su espaldar recostado a la pared y sus patas delanteras suspendidas en la nada, situada en la casa del legendario apodado tigre humano, tal vez por su piel de mariposa, hombre gentil que alquilaba el cuarto con ventana que daba al parque a un estratégico y aguerrido hombre. Al girar la cabeza a su izquierda topaba a lo lejos dos campesinos con vestimentas en ruanas que venían caminando con paso lento y cabeza abajo dirigiéndose al comando en medio de los que prestaban guardia y de los inadvertidos enruanados.

Noches atrás sonaba tarde el teléfono del comando, al otro lado el amenazante agresor enunciaba con frases insultantes una terrorífica noticia: – A media noche nos metemos, cuídense que no va a quedar ni uno vivo. Ya se había vuelto detalle diario la llamada alertante; caso omiso el comandante creó; lo único que compartió a sus dirigidos fue un frio campanazo: - Si se van a meter que se metan. El comando cubierto en el frente por una malla de alambre utilizada para rebotar las explosivas granadas lanzadas por el enemigo de igual forma evitar que ingresaran por las ventanas de la fachada, dos pisos en los cuales hospedaban material humano y de guerra, cubierto de un fuerte concreto difícil de derribar hasta por balas gruesas. En el primer piso lo más llamativo era el cuarto de operaciones, donde se encontraban los libros de la minuta, en los cuales se reportaba las novedades de turno, y un radio que comunicaba a la base central de la guarida. Una columna por el piso tras pasar los cuartos que servían de dormitorios, a la vez sostenía el peso de la construcción igual daba paso a una azotea de considerable espacio donde se podía observar enorme panorámica posterior del comando, al dar pasos sobre ella, abajo los sentían los presos arrestados por portar cuchillos utilizados en trifulcas que entorpecían la tranquilidad dominical. De forma medieval era la antigua alcaldía convertida desde no hace mucho en el refugio de la seguridad del pueblo.

Se acercaban sin dar sospecha alguna, pues era típico que la ruana se utilizara para opacar el frio, pero cada paso que daban los supuestos campesinos hacia el comando hizo que los dos guardias tomaran sus fusiles mientras que entre conversaciones largas pasaban el turno sin darse cuenta. El primer guardia se percato de la rápida cercanía de los sospechosos y con pasos agigantados ingreso por la puerta principal mientras que Duarte no tuvo tiempo ni espacio para maniobrar de igual forma. De un momento a otro mientras los pasos los acercaron al objetivo, los campesinos levantaron precipitadamente las ruanas propinando ráfagas inesperadas de municiones que tienen dos objetivos, el primero de ellos dar el balazo inicial para que más de doscientos subversivos ubicados en los alrededores del comando iniciaran una batalla cobarde, dispareja y violenta, el segundo neutralizar de baja a los dos centinelas de turno. La única salvadora opción que visualizo al instante, pues no había tiempo ni para tener miedo, era la esquina del comando, que salvaguarda un espacio tan mínimo que solo había área para una cubeta, un trapero, una escoba y llave de agua; si el cielo en su alteza da luz y lluvia, esa noche era demoniaca, del cielo y sus alrededores exaltaban truenos y granizo de fuego por doquier, hasta tal punto que las balas incrustadas en el concreto, hacían de este polvoriento el acero de las vigas, como había sido visualizado por no haber ingresado al comando todo el llanto cruel de las armas fue como un juego del tiro al blanco donde el blanco no quería jugar; sin el querer mucho menos el poder no veía opción alguna si no cerrar los ojos, persignarse y esperar que algo o alguien cambiara su fin, pero en esas circunstancias fue algo quien lo hizo correr el torso de su tronco superior hacia el rincón de la llave y con su pie derecho levantado evitar una granada de fusil que vio caer de la nada a menos de 4 metros en su remota trinchera. Esquirlas quedaron talladas en su cuerpo, mas cuando reaccionó su visión sucumbía por el impacto estruendoso del artefacto, palpo que nada le hiciera falta, sacudió su testa y al mirar su pierna derecha observó la bota chamuscada y percibió el olor a caucho quemado, su pantalón roto solo dejó ver la pierna colgando por un pedazo de carne, donde la tibia y el peroné fueron triturados por la onda explosiva que causó una cortante línea por la fuerza del impulso a ras del piso; el objetivo fue dado de baja creyeron los subversivos pues la cabeza humana ahora estaba acurrucada, posición que le permitió tomar un aire para visualizar la casa del tigre, de donde salían balas hacia la mitad del parque, pues en esa casa moraba Suárez Niño, un héroe de la patria que se ganó el respeto de sus compañeros noches atrás cuando un habitante del pueblo afirmó: - A cuatro cuadras arriba están ellos. Sin dudarlo dos veces tomó su arma y cargado de valentía dobló militar y estratégicamente las esquinas hasta llegar solitario al lugar indicado sin rastro de ellos; de regreso a su puesto anunció: - Esos bastardos no estaban por ahí. Desde entonces era considerado un desquiciado amado.
En el piso con la reata ajustada arriba de la herida de la pierna para paralizar la hemorragia, sabía que Suárez Niño desde su ventana camuflada sin temor alguno combatía la M60 que habían ubicado en la mitad del parque con dirección al comando, gran ayuda para contrarrestar el ataque enemigo. Con la esperanza de ver una luz en el infierno, el alumbrado público fue desconectado, las tuberías rotas y eso no ayudaba, su alternativa fue rodar calle abajo para no ser detectado por las líneas enemigas con la divina casualidad que a lo poco vio una alcantarilla que traspasaba una calle popular para dirigirse a otros pueblos cercanos y por donde transitaba todos los días sin pensar que sería su escondite milagroso, lo único que creía era el remoto orificio de la alcantarilla no permitiría penetrar su cuerpo, pero en cuestiones de vida o muerte nada es imposible de alcanzar.

Con su pierna arrastrada ya estaba adentro con varias sorpresas, la primera de ellas, no calculó que las aguas derramadas canalizaban en esa alcantarilla, suceso que le produjo una hipotermia por las congeladas mansas, sus municiones las había descargado contra un grupo que estaba próximo pero que sirvió para despejar la zona y algo de supervivencia más; la última la más impactante, estando en la mitad del desagüe acostado boca arriba, pasada la hora cero militar, un bloque enemigo se acerco a la boca del túnel, sin levantar sospecha trataba de no respirar profundamente para no ser visualizado pues el ruido no era relevante porque desde el cielo llego un fantasma avión que lanzaba proyectiles que al caer a tierra eran en vano ya que en forma fetal no eran visualizados tal vez porque el efecto alucinógeno que llevaban encima les quitaba todo miedo, el olor a marihuana se expandió por todo el lugar, las botellas con licor eran tomadas sin parar, esa era la preparación desde el monte; todos estos detalles estaban siendo vigilados desde la alcantarilla sin levantar duda al enemigo.
Entre más pasaba la madrugada el frio congelaba el cuerpo boca arriba, no sabía si sus compañeros estaban vivos o muertos, al armar de nuevo la escena recordó que el comandante Mendoza estaba jugando microfútbol a unas cuadras de la estación ¿quién los comandaba ahora? Con el radio en la mano por temor a la muerte, alguien reportó a la central que se iban a entregar, pero un héroe con voz optimista aseguró: - Estamos en pie de combate y así pa´ lante, cambio y fuera.

Era impotente el sentir al despertar emociones de no ver a sus hijos grandes y no poder vivir para contar lo sucedido, su pierna podía ser cortada al igual sus sueños, todo esto le removía el corazón hasta que cesó el fuego por parte del enemigo. Se preguntó: - ¿terminó el infierno? El cabecilla de la opresión mandó a parar cerca a la cloaca, dirigiéndose a la azotea arriba gritó: - Entréguense, y le respetamos la vida. El silencio reino el instante, al no escuchar la respuesta repitió por segunda vez la advertencia. Esta vez un grito gallardo respondió: - Nos entregamos pero si traen a el alcalde y el cura del pueblo. Desde la cloaca identificó la voz llanera de su compañero, era Rivero, más conocido como el gato por su agilidad, hombre amable y de buenos modales, pero lo que se hizo extraño y triste es que se iban a entregar los suyos a las manos enemigas. – Si quieren al alcalde y al cura ya se los traemos para que ellos sean testigos de su entrega.

Algo se traía en mente el gato, era la voz líder, eso quería decir que el comandante no estaba, tal vez el partido de microfútbol le salvo la vida, pero ¿Por qué se iban a entregar? Se preguntaba para sus adentros. A la media hora cumplieron con la petición, el alcalde en pijama estaba muerto del susto por la forma en cómo lo buscaron. – Aquí está el señor alcalde, ahora entréguense. A lo que el gato respondió: - Si en verdad usted es el alcalde y no nos están mintiendo… nombre tres apellidos de nosotros. La memoria se le borró al alcalde pues solo recordó el apellido del comandante: - Ehhh… Mendoza y… no me acuerdo más.
Un momento se percibío desde la azotea, otro desde la línea enemiga y desde la alcantarilla, desde esta última no podía creer lo que escuchaba a viva voz, ¿sus compañeros se iban a entregar? Con dolor y expectativa vio el desenlace. – Si usted es el alcalde como aseguran, entonces piérdanse porque esto continúa. Desde la azotea se reanudo el fuego que dejó al alcalde cerca de un potrero  casi muerto del susto. El gato fue hábil, dejó la tarea a los subversivos de procurar a estos dos personajes populares del pueblo con el fin de ganar tiempo para cargar las armas con municiones mientras buscaban al alcalde y al cura que al escuchar el primer disparo desapareció en su camioneta sin dejar rastro.

La segunda tanda de fuego fue a favor de los héroes que con valentía mantuvieron la línea y recuperaron áreas pérdidas, desde la ventana el francotirador amigo había aniquilado flancos vitales de los contrarios sin ser visto. El agua en la alcantarilla subía al pasar las horas, ya casi amanecía y con respiración sumergida mantuvo las ganas de vivir, en la boca del túnel veía una luz y sombras enemigas que con lamentos pronunciaban: - Nos va como perros en misa. Más de doscientos subversivos del ELN, estaban siendo abatidos por quince hombres leales a su patria, que con ametralladoras los lapidaron tanto así que camiones furgones que venían para llevar victoria y secuestrados solo llevaron cadáveres al margen de la ley.

Amaneció, el sol trajo calor, gente del pueblo salió de la nada a ver los resultados del ataque guerrillero, nunca pensaron que los policías iban a sobrevivir, la estación fue maltratada pero no derrocada, ningún héroe muerto hubo, pero faltaba alguien, se preguntaban: - ¿Dónde está Duarte? Todos pensaron lo peor, ¿fue preso de guerra? o ¿murió? Estas dos hipótesis las lamentaron, pero desde la alcantarilla se fue arrastrando con el agua hasta la cara, acercándose lentamente hasta la salida con temor a ahogarse, al ver pasar a un conocido le grita: - Ayúdeme a salir. Sorprendentemente el transeúnte alerto: - Esta aquí, vengan auxílienlo. No lo podían creer, tanto así que pensaron que era una mala jugada, pero cuando lo vieron con sus propios ojos, dieron gracias a Dios porque ninguno falleció y con una puerta de madera lo sacaron, estrechando todos con un abrazo finiquitaron con victoria.
Del comandante existen dos versiones, la primera aseguran que en medio del fuego fue capaz de ingresar a la estación, la segunda afirman que llegó después de todo lo sucedido desapercibidamente.


Dedicado a: Jorge Duarte Plata. Una pequeña reseña de lo que vivió al lado de sus compañeros es poco para tan enorme labor que es cuidar y salvo proteger a Colombia, muchos héroes lastimosamente no viven para contar, pero gracias a Dios viviste para contarme esta lamentable anécdota, gracias mi general Duarte, mi héroe.