Sus manos se aferraron a la estampa de su santo inmaculado, de rodillas en la oscuridad en una de las habitaciones de la vieja casona, rezo, suplicó e invocó al canonizado quirúrgico ante las imágenes postradas en su improvisado altar. El corredor solitario humanamente, el gato sigiloso desde la silla de madera tapizada en cuero de vaca en el espaldar, miraba atento ante cualquier movimiento de algún roedor, vio la sombra de la feligrés mujer moverse a la habitación principal donde padecía de dolor don Avô.
Si el dolor tuviese color, para don Avô seria gris el dolor. Sin previo aviso esa noche como un tres en la cama se postro. La tarde del acontecimiento don Avô como solía vestir camisa blanca con rayas azules, color al cual rendía tributo a su gusto político tradicional, pantalón de tela desgastado, machete a la altura de su inflada cintura, sombrero negro borsalino, botas pantaneras de caucho a las afueras de la casona y alpargatas en el corredor, esta vestimenta cubría su tez trigueña, bigote chapliano y su corpulencia maciza difícil de derribar hasta por media docena de chulavitas.
Lo único que alcanzó a escuchar de boca de don Avô la devota feligrés fue un suplico quejido agonizante. Cerró los ojos, cuerpo boca arriba, las manos al costado de su tronco, un olor a formol colmo la atmosfera de la habitación. En la soledad rural la única cura es la celestial, sin conocimiento empírico mucho menos académico opto por doblar sus rodillas rogar con fe, creencia y devoción la presencia del santo médico en la camilla que instalo. De repente era tal la concentración de las lágrimas y el rezo que el gato en el corredor estaba acompañado y no de un roedor, el silencio en la oscuridad es sagrado, pero esta presencia aumentaba la consagración. Unos pasos finos y tranquilos recorrieron hasta la puerta de la habitación, la feligrés parpadeo sus ojos con el miedo infinito de su corazón, acobardada por el temor a Dios, de taquicardia se inundo, se arrastro lentamente hacia la pared a su espalda, el aire que le sobraba ahora le faltaba, sus piernas tambalearon cuando escucho el contacto del puño tenue de la visita golpear la puerta de madera, no sabía qué hacer, vio a don Avô de nuevo padecer, de la estampa se aferro hasta convertirla en papel mojado, un segundo golpe a la puerta sonó, se le hizo un nudo en la garganta, se le aguaron los ojos y más por necesidad que por curiosidad de la nada grito: ¿qu.. en?...¿Quién, o qué es…? La respuesta más serena y mansa la tranquilizo, ¡soy tus súplicas hechas un milagro, soy el médico que has estado esperando!
Sin ninguna prisa más que sorprendida se dirigió a la puerta para dar paso a su incrédula vista, primero vio su sombra solidaria diferente a la de los normales, perpleja su cara ante eminente discípulo de Hipócrates, solo callo. En su mano derecha cargaba un maletín oscuro con hebillas plateadas, vestido elegante de paño negro igual color de corbata, en el bolsillo del saco típico pañuelo blanco de la moda del siglo XIX impuesta cuando hizo sus estudios en Francia, su calzado de gran elegancia influenciado de su ciudad natal Caracas, bigote Gandhi, descargo su maletín al suelo, con gesto de caballero se quito el sombrero tipo hongo y dejo al descubierto su cabello negro para atrás, se acerco buscando a el paciente, miro tibiamente a la feligrés y agrego: me has exhortado intensamente, con manos delicadas y a la obra prosiguió. ¿Los dejó solos? La mujer sumisa Preguntó, con sonrisa amable respondió: un médico no solo tiene manos, también tiene la atención de una enfermera. Se dirigió hacia don Avô postrado casi tieso en la cama, sacó de su maletín un termómetro para medir la temperatura corporal, pero era más ardiente el calor en su cuerpo por el saco que se lo desvistió para quedar con camisa blanca manga larga. Antes de pronosticar el mal miró con dirección al cielo, se encomendó a su Dios amo e inicio su milagrosa profesión. ¿Es su amado? No, es mi señor amo respondió la feligrés con una vela en las manos. Preciso paños de agua tibia, el los necesitara para la temperatura, muchas veces los años mal vividos no llegan solos, padece una enfermedad cruel intestinal, con las manos rozando el estomago de don Avô, afirmo sin crueldad, procederé a operarlo es la única cura, ni las tabletas podrían calmar, serás testiga de las glorias de Dios. Con el simple suceso de orar, frotar y movilizar las manos por el vientre del moribundo el olor a formol se fue desvaneciendo, fue tan intenso el momento que la creyente mujer veía desaparecer y aparecer la presencia del beatífico médico, el proceso quirúrgico comenzó, un olor a sangre corrió gota a gota por las sabanas, sin tijeras, anestesia y algodón de repente en pocos instantes cesó. José Gregorio Hernández metió la mano a su pantalón, sacó un reloj de bolsillo suizo, con incertidumbre la mujer expreso, ¡una operación celestial abierta¡ ahora, ¿vas a coser la herida? No, respondió. Su imagen se desvaneció sin dar aviso se esfumo, su presencia y sus herramientas se ausentaron.
Con la vela en las manos, la improvisada enfermera lloró de impotencia por no saber que remediar, don Avô recién intervenido, le faltaba cerrar la enorme herida aún dormido seguía. Se desplazo hasta la bodega en búsqueda de lo primero que se le ocurrió en auxilios, escarbo cajones y armarios hasta encontrar la aguja y el hilo procurado. Enhebro sus temores a la sangre y aguja, con valentía y sin piedad propino el primer golpe a la piel de don Avô hasta hacer el nudo que cerró la cocedura del delicado procedimiento.
En la romería ubicada en una calle aledaña a la plaza del pueblo, los días dominicales la estampa religiosa del exhortado médico disminuyó en ventas y adoraciones, ahora las que más se compran y rezan son las de la virgen de Guadalupe y san Benito de Palermo. La mujer feligrés rumoro de casa en oreja, la descuidada labor del divino médico, diciendo que todo profesional hace su labor hasta el final, a excepción de políticos. Don Avô mejorado corta caña de azúcar dejada en un costal con su machete en el corredor mirando al gato pasar.
Por la disminución en la venta de estampas del susodicho y por el delicado suceso, el Vaticano tomo riendas en el asunto, emitió al pueblo el siguiente comunicado:
Para restablecer la confianza de nuestro médico embajador José Gregorio Hernández con los habitantes de este pueblo queremos hacer la explicación correspondiente del confuso episodio, el día del concurrido caso, era 3 de Diciembre (día del médico) por lo tanto nuestro médico no debía trabajar, mucho menos horas nocturnas y extras (gracias que asistió a sus súplicas) para justificar precisamente era un viernes con fin de semana festivo, Chepe como lo llamamos con cariño había solicitado permiso porque quería vacacionar, la EPS (empresa pública o privada de salud) no cubre los honorarios ni gastos de transporte de nuestro eminente médico, por lo tanto de su bolsillo no solo salió el reloj que le indicaba el momento de marcharse sino los gastos del teletransporte. Su árbol genealógico nos muestra que sus padres eran colombianos, por principio de Hipócrates si podía ejercer su profesión allá, ya que lo querían deportar por: cruzar la frontera sin pasaporte, sus profesores cubanos socialistas en Francia y por no tener licencia médica colombiana, se corre el rumor que es un médico de garaje, cosa que desmentimos pues tiene hospitales con su nombre de pila.
Dada la explicación exigimos al gobierno colombiano hacer reformas al subsistema de salud pública, instalar puestos médicos y hospitales, ya que por casos como este y muchos más la venta de estampas nos disminuye y perjudica diariamente.
El Vaticano, vatisecretario
Dedicado a: Adriana Bermúdez - Lex Chica. Brosther, sobre la mano de Dios usted está para bien de los seres humanos, recuerde siempre que nuestro señor no elige a los preparados, sabiamente prepara a los elegidos con el fin de crear una benévola sociedad. Adri, eres una mujer excepcional, eso muy bien lo sé y tú lo sabes, emplea los dones y capacidades que Dios te dio para bien general, perdón por alejarme, por ser tan intermitente, siempre tienes un lote y unas hectáreas enormes en mi corazón, te quiero a corazón abierto y sincero.