Cada día de la vida se puede
describir como una película, sin importar el género o la trama, cada paso y
decisión que se toma es una secuencia para terminar como héroe o villano aun
más un miércoles de bambucha con entrada gratis a una película fuera de
seriedad.
En la comodidad de la sala
premier, enroscados como Caracoli, sumergidos en acolchados muebles que daban
más para que Morfeo y Morfea saciaran sus sueños celestiales, que para observar
un filme de días del futuro pasado como si revelaran la escena principal de la
cinta, frente a la gran pantalla transcurría la noche entre crispeta y gaseosa,
apretón de manos y besos para abrigar los fríos labios. Hasta el servicio a la
silla era pasivo, alitas de pollo acompañadas de papas en fosforito, fosforito
que luego iba a explotar con singulares onomatopeyas. Al finalizar el estreno,
en oscuras escaleras los protagonistas descendieron como en un laberinto,
perdiéndose de la fraternal compañía que se dirigía al mismo lugar llegada. De
la mano llegaron hasta donde la noche se acaba e inicia la madrugada, con
sonrisas tímidas y ansiosas, Mariangel tomo de la mano a Thiago invitándolo a
contemplar la dulzura de su compañía; dulzura que se combinaba con un agrio
presentimiento como si unos ojos estuviesen rondeando desde lejos la decisión
inequívoca de seguir al cuarto, un cuarto para las doce, doce discípulos no
valieron de compañía. Luego de aceptar pasar, su corazón latía suavemente como
al ingresar cautelosamente tras abrir la puerta principal y encontrar todo a
oscuras, en un segundo piso con tres habitaciones, una abierta y otra cerrada,
tras dar pasos fantasmales abrieron una más con tal frescura e ingenuidad de
dejarla de par en par. Con los corazones en la mano, tal vez de amor o susto,
los zapatos en el piso, la cartera y el reloj a un lado, fueron olvidados los
objetos y recordados los dos sujetos; con el más sincero encierro oscuro,
palpitando cada abrazo como si fuera el último, se envolvieron en cobijas de
besos y miradas tiernas en una habitación con cortina verde añeja que trataba
de opacar la poca luz que ingresaba en la ventana de hierro pintado de blanco
frente a un closet con olor a madera nueva que atravesaba gran parte del
espacio que iniciaba con una puerta sin chapa de hoja de madera y reposaba en
un piso de baldosa negra que soportaba un somier testigo de las blancas
intenciones. En el momento cúspide cuando los dos cuerpos eran un solo sueño,
los besos decían lo que las palabras no describían y los ojos miraban más allá
del alma, de repente se estremeció la puerta principal con unos golpes agitados
con tal fuerza que por poco las bisagras salen de su lugar, simultáneamente en
el cuarto los dos personajes se apresuraron a acomodar sus cabales pues la
puerta fue abierta como tras la estampida de una madre sosegada por la ira y el
desconsuelo debido a la sobre protección a su progenitora amada, quien fue
lanzada hacia un rincón de un manotazo sin contemplación para dar lugar a un
llanto inconsolable y agitado por un aviso de soponcio provocado por la escena
del crimen pasional. Como si fuera cómplice de pecados capitales, lo único que
alcanzo a agarrar fue su celular y billetera, pues sus sentidos se perdieron
como sus zapatos, su reloj y su media que no fue naranja. Entre el llanto, la
chancla y la llave que aplico un amigable estrella para poder neutralizar la
furia, Thiago salió del cuarto a la sala escuchando la algarabía de los sonámbulos
habitantes que lo escudaban; sin poder pensar salió descalzo sin las botas puestas
corriendo calle abajo sin escapatoria alguna de marchar sintiéndose perseguido
por aire, tierra y mar por batallones armados apuntándole como objetivo militar
tras ráfagas de balas a quemarropa, explosiones dirigidas con misiles detonando
ondas explosivas que lo llevaron a refugiarse en una única llamada caída como
del cielo. Debajo de un puente, oculto entre las luces de un semáforo, como si
esta escena cambiara de rojo a verde apareció un ángel fantasmal que sonrió en
su ciclomotor salvando un ataque incesante causado por un acto lleno de amor
por la patria de su amada, dejando sus botas, brújula de reloj en plena zona de
ataque y a su desconsolada adorada.
Los miércoles de bambucha
tienen sus descuentos y sus cuentos tras la gran pantalla.
Ñuñe.
Ñuñe.