Para
muchos los sueños son realidades, para otros son solo imaginarios
insignificantes pero en esta historia fue un premio mayor. En febrero de 1996 en
la libertad del barrio, entre tormentas de arena por las calles debido a la
brisa fuerte motilona e inicios de la adolescencia, en un arrendado primer piso
donde no había espacio para correr ni triunfar, en las afueras un butaco con
acolchado de caucho debajo de unas escaleras que conducían a un segundo piso de
buenas espaldas y hermandad. Cierta noche al cerrar los ojos luego de una
escolar jornada de cuadernos, tareas y láminas para el álbum de Caballeros del
Zodiaco compradas gracias al aguantar la comida del recreo, trajinado por la
ruta de Carcamo que conducía a casa, entre parpadeo lucha con la almohada y
somnolencia profunda invoco a Morfeo quien lo transporto a un juego al azar; en
un malecón lleno de gente quienes se volcaban a observar un carro amarillo que
llamaba la atención por su brillo, figura y por estar encima de una carroza con
un letrero que titulaba: Me Rifan. Sigilosamente entre el rio de gente,
caminando con misticidad para detallar la algarabía del anunciante que con
megáfono en mano promocionaba este último modelo al azar.
Con
cuerpo delgado se mezcló entre adultos que se encontraban espectadores
alrededor del anunciante, escabullido llego hasta la primera fila y con ojos
sorprendidos vio su primer Déjà vu hecho máquina
de sueños; tanto el color y la forma colmaron la atención prestada que hasta soñó
en el sueño que era un carro sacado de láminas de colección automotrices. La
bulla y conmoción obligo a dar unos pasos para poder escuchar mejor la noticia
que todo el mundo esperaba, el resultado del número ganador del último modelo
con tal destino que escucho al final del sueño: - ¡¡¡… y el ganador es el
número 445!!!
Al
abrir los ojos en el amanecer lo primero que observo al otro lado de la ventana
fue el mismo carro, con incertidumbre no sabía si había aun soñaba o si ya había
despertado mas sin embargo un grito desde la sala solicitando ir a la tienda corroboraba
la realidad.
Con
la alucinación del sueño hecha nudo en la garganta para entender su interpretación,
que más persona para descifrar el mismo que su propia madre. Sin guardar ningún
detalle declaro lo soñado y con una exclamación abrazo y dijo al somnoliento: -Ojala se te cumpla el sueño.
Incrédula
pero con dudas sobre el sueño de su hijo, escucho que en el segundo piso
rifaban un Hyundai último modelo con las mismas características detalladas
escuchadas; al llegar su esposo del trabajo y servirle la comida a la mesa
comento lo soñado y lo relaciono como coincidencia con el carro parqueado al
frente y en rifa, motivando a comprar una boleta con el número soñado, pero con
una negación rotunda por la incredulidad a estos acontecimientos que fue
derrocada por una cara angelical que hizo cambiar la decisión. Corriendo hasta
las mil boletas de tres cifras para elegir la soñada, se jugó a la suerte el
sueño que podría valer millones de ganancias o un asunto más como tema de mesa
burlona.
El
número de la suerte meses después jugaba el sueño, con tan mala memoria que se había
olvidado todo lo acontecido, el viernes 6 de septiembre mañana y tarde fueron
normales, la noche fue diferente pues todos durmiendo fueron despertados por una
algarabía que tocaba fuerte y reiteradamente a la puerta que fue ignorada por
pensar que se trataba de gente equivocada, hasta tal punto que abrieron una
ventana para saber lo que querían: - Se ganaron el carro.
La
ingenuidad y cansancio emitieron unos regaños por molestar a esas horas de la
noche, pero insistieron a tal punto que gritaron eufóricamente: - Se ganaron el
carro.
La
madre que no lo podía entender, cayó en razón recordó la fecha y el premio
mayor, el organizador de la rifa anuncio la victoria con del carro con el
número 445 e inmediato llamaron a distancia al dueño del hogar para informar
que la boleta fue la ganadora; entre risas y sueños cumplidos se despertó toda
la casa gritando: - Nos ganamos el carro.
¿Coincidencia
o casualidad? El carro estuvo siete meses parqueado frente a la ventana. Otros
ingenuos de la casa no creyeron y siguieron durmiendo; a la mañana siguiente con
baldes y trapos se estrenó el brillo del carro.
Quince
días duro la alegría, pues se trataba del primer carro en posesión de la
familia, un mal negociante se acercó al carro y lo cambio por una casa, el
objeto principal del sueño tenía ahora un mal dueño que lo estrello y lo dejo convertido
en chatarra, mientras la casa se convirtió en un sueño cumplido.
A
la fecha se espera que los sueños del personaje principal sigan arrojando
números afortunados, pues el 445 paso de ser sueño a una realidad y el
personaje un enigma que rompió todos los pronósticos inesperados, en fin los
sueños no tienen precio, el precio daña mucha veces los sueños.